NUTRICIÓN Y SALUD MENTAL
El aumento de incidencia en todo tipo de patologías mentales se está convirtiendo en un grave problema sanitario y cada vez resulta más importante la aplicación de un enfoque multidisciplinar en su prevención y tratamiento.
Numerosos estudios demuestran la importancia del eje intestino-cerebro en la patología mental, demostrando que su correcto equilibrio puede prevenirlas o ayudar a mejorar su evolución. Por otro lado, un nuevo paradigma en Salud Mental relaciona la inflamación de bajo grado con múltiples patologías psiquiátricas.
Desde estas nuevas perspectivas, una correcta nutrición puede ser fundamental para alcanzar el equilibrio necesario de estos sistemas y un enfoque macro y micronutricional debería formar parte del tratamiento y de la prevención.
Se han encontrado vías que relacionan la microbiota intestinal con el sistema nervioso central estableciendo una conexión neuronal, endocrina e inmunológica.
Si nuestra microbiota se altera puede repercutir en multitud de enfermedades y las enfermedades psiquiátricas no son una excepción. Tener una microbiota saludable implica establecer una serie de cambios en nuestro estilo de vida, donde el ejercicio físico y una correcta alimentación juegan un papel fundamental. Además, van a colaborar en que no exista un estado inflamatorio de bajo grado asociado en muchas ocasiones a obesidad central y síndromes metabólicos.
Los patrones dietéticos actuales basados en productos ultra procesados repletos de azúcares y grasas trans o saturadas, el excesivo consumo de carnes, gluten y productos lácteos, la falta de ejercicio y la poca exposición a la luz solar, asociado al abuso de medicamentos y antibióticos, repercute en nuestra microbiota y al mismo tiempo produce un estado inflamatorio crónico (inflamación de bajo grado) que es la causa de muchas enfermedades en la actualidad.
Además, en muchas ocasiones las características conductuales de las enfermedades mentales arrastran a estos malos hábitos, generándose un círculo vicioso que dificulta todavía más su abordaje.
Esas son algunas de las razones por las que un trabajo en equipo resulta diferencial a la hora de mejorar la calidad de vida de los pacientes mediante cambios en su alimentación y hábitos.
En el ámbito de la salud mental, es muy frecuente la concomitancia de síntomas somáticos, especialmente digestivos, generados por los altos niveles de estrés que vivencian estos pacientes, siendo difícil determinar en muchas ocasiones, el origen de estos, ya sean considerados primarios o secundarios a los hábitos de vida y al propio sufrimiento psicoemocional.
Los avances en la investigación en macro y micronutrición y la evidencia científica demostrada deberían formar parte del abordaje médico en Salud Mental, como una herramienta necesaria en el tratamiento multidisciplinar a través de la nutrición clínica.
La detección de posibles carencias nutricionales a través de analíticas de sangre u otras pruebas diagnósticas que evalúen la “salud intestinal”, así como la prescripción de complementos nutricionales específicos y el diseño de dietas antiinflamatorias, forman parte del trabajo diagnóstico y terapéutico que puede realizarse desde la nutrición clínica.
Como ejemplos, el consumo de vegetales, sobre todo con color, supone una fuente fundamental de antioxidantes, algunas frutas como los arándanos son una fuente de alimento para una bacteria llamada Akkermansia, importante en la homeostasis y regulación de algunos procesos metabólicos. Los pescados azules son fuente de omega 3, indispensable en la salud mental, cardiovascular, y en el proceso de inflamación. Legumbres, frutos secos, alimentos con almidón resistente y fibras prebióticas, polifenoles, omega 3, vitaminas del grupo B, C y D, Selenio, Zinc, sabemos que benefician a nuestro eje-intestino-cerebro (microbiota). Todas estas necesidades nutricionales pueden ser aportados como suplementos alimenticios o incluirlos en la dieta con mayor biodisponibilidad.
En el horizonte, aunque ya con importantes evidencias científicas, nos encontramos con la Nutrigenómica como la ciencia que define la relación entre la dieta y nuestra respuesta determinada genéticamente. Conocemos, por ejemplo, la influencia de nuestros genes en las preferencias alimentarias y tolerancias, así como los beneficios directos para la salud independientes de su valor nutricional. Con toda seguridad, esta nueva ciencia traerá beneficios en el área de la salud mental en los próximos años configurando un nuevo paradigma de la medicina y la salud como un todo multidimensional.
En INNOVA SALUD MENTAL, vamos a tratar de ofrecer información de calidad sobre todos los aspectos relacionados con la nutrición y la salud mental, con el firme objetivo de aportar nuestro granito de arena en la búsqueda de un abordaje global en la difícil pero apasionante tarea de disminuir nuestro sufrimiento mental como seres humanos.
L. Reviejo / D. Vicente
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